La pequeña Piper, la encantadora hija de la familia Papay que nos visitó el verano pasado escribía en nuestro libro de visitas: I love the pool.
Los padres nos confesaron antes de despedirse que no había forma de sacar a Piper de la piscina, que se pasaba horas en ella nadando y disfrutando con su colchoneta. Consiguieron hacer mucho turismo y visitar las diferentes playas y ciudades de la costa valenciana pero, a buen seguro, Piper recordará nuestra piscina.
Una piscina con historia
Y decimos que esta es una piscina con historia porque la tiene. De hecho, estaba antes que la casa. En su día fue una balsa para regar donde llegaba el agua desde la montaña por canalizaciones. Hasta no hace mucho tiempo, teníamos que llenar la balsa, situada en una parte elevada de los campos, para después, poder repartir el agua por los diferentes huertos de naranjas y mandarinas.
Aquella forma de riego era la que se denominaba “riego a manta”. Esta forma de regar consistía en inundar los campos de agua cada 10 o 15 días (dependiendo de la temporada, el calor o las lluvias) de forma que toda la tierra se regaba.
Los campos tenían que estar debidamente separados por lo que llamamos los “caballones”. Unos montículos de tierra que delimitan una porción del campo y que servía para controlar el agua.
La balsa, al estar situada en alto, tenía la suficiente presión como para enviar el agua a través de canalones a los diferentes campos, donde una persona, se encargaba de abrir y cerrar los tapones que daban paso al agua en estas secciones hechas a base de caballones.
Riego por goteo
A medida que pasaron los años fuimos optimizando los recursos y la obtención del agua. Primero realizamos un pozo del que sacar el agua que necesitábamos sin necesidad de ir a buscarla a las montañas para, posteriormente, implantar el riego por goteo.
Dejamos sin uso una balsa que, durante generaciones, fue la piedra angular de la producción de naranjas y mandarinas del Hort de la Llucera y que en la actualidad da lugar a una piscina única.
La piscina de Villa Luz
Cuando tomamos la decisión de adecuar Villa Luz como una casa rural teníamos claro que lo que en su día fue una balsa, donde ya se bañaban nuestros abuelos, tenía que convertirse en una piscina espectacular. Y modestia a parte, lo conseguimos. Preguntádselo a la pequeña Piper.
Decidimos no quitarle ni un ápice de su historia. Mantener la mayor parte de sus rasgos. Las canalizaciones que hacían llegar el agua a la balsa y las que daban salida hacia el campo todavía hoy se pueden observar. También el suelo exterior de la piscina. Un suelo de hormigón precioso que ha aguantado estoicamente el paso del tiempo.
Pero sabíamos que teníamos que modernizar la piscina. Teníamos que modificar el interior para hacerla más agradable al tacto cuando estabas dentro y, sobretodo, elegir la mejor forma de mantener la piscina limpia. Después de consultar a varias tiendas de piscinas se nos ocurrió la idea de utilizar uno de estos canalones para depurar el agua.
Hicimos que uno de los lados de la piscina fuera ligeramente más bajo que el resto de forma que el agua sobrante cayera por este lateral en forma de cascada. Esta agua, con todas las hojas y bichitos que se quedan en la superficie se desprende y cae a un antiguo canalón, recubierto de piedras, que hacen un primer filtrado el agua.
Decimos un primer filtrado porque este canalón lleva el agua hacia una depuradora situada debajo de la piscina que hace un segundo filtrado del agua, limpia definitivamente de impurezas el agua y la devuelve de nuevo a la piscina.
Si hemos optimizado al máximo los recursos hídricos en nuestros campos para ahorrar toda el agua posible no íbamos a ser menos con nuestra piscina. Se mantiene limpia con el mismo agua durante todo el año.
Vera
Muy buen post. Gracias por compartirlo.